Quejío, una exposición de Nuria Pazos

    Fecha

    Horario

    De lunes a viernes de 10 a 21h

    Coordinadores

    Fernando García-García

    Lugar

    Sala Transversal

    Inauguración viernes 1 de marzo de 2024 a las 19.30 h. Sala Transversal.

    A propósito del azul, el desnudo y el concepto de “Uncanny Valley”

    Si un quejío es un lamento, un planto, una queja, es una queja desde el sur, desde el carácter que compartimos con el flamenco de forma natural, un carácter que convierte la amargura en gloriosa experiencia estética. Nuria Pazos (Huelva 1991) ha escogido este nombre para la serie de pinturas y cianotipias que nos presenta en esta exposición, pero no se engañen, no van a encontrar imágenes folclóricas de bailaoras y cantaores en esta muestra. Nuria nos planea su propio quejío, enraizado en su tiempo y en los lugares que habita. Un lamento sobre el desencanto de los andaluces de su generación. Hay lamentos que crean su propia forma de arte, ciertos palos del Flamenco, por supuesto, nacen del desconsuelo. El “Blues”, también emparenta con esos géneros “hondos” que parecen emerger de la sublimación de ese lamento destilado. Es revelador que tome el nombre del color azul.

    Azul. Las asociaciones del azul con estados de ánimo son relativas, como todas las sinestesias. Hay quien lo asocia a la melancolía, a la tristeza, a lo frío, pero también a la calma, a la estabilidad del horizonte. Las cianotipias nos atraen en su monocromía por su azul confortable, lánguido y melancólico, aunque nos distancian del color de la piel. Los cuerpos azules no son de carne, los cuerpos azules son de ideas…

    Desnudo. No hay una tradición más cargada de ideas que la imagen del desnudo, Kenneth Clark ya nos lo mostró hace décadas en el famoso libro sobre el tema que dedicó a Bernanrd Berenson. Pero ahí sigue, el desnudo como compromiso entre la cultura y la biología, la piel como frontera entre la sociedad y el yo, entre el prestigio del Gran Arte y el voyerismo. El desnudo tiene un factor despersonalizador, nos unifica como especie, se opone al retrato, y a la vez es lugar preciado de una intimidad donde podemos estar “desprotegidos”. Los cuerpos azules de estos desnudos no parecen querer mostrarse ideales, se muestran vulnerables enfrentados al medio, un medio familiar de paisajes andaluces donde las figuras no parecen encajar. En palabras de la autora “una sensación de extrañeza se genera al contemplar la belleza y la verdad de cuerpos impúdicos, situados en estos lugares icónicos”.

    Uncanny Valley. Efectivamente hay una inquietud desasosegante en estas imágenes. No muestran violencia explícita, son amables aparentemente, hay belleza en los paisajes, hay belleza en los cuerpos, pero hay algo que no encaja, quizá la desnudez, quizá la escala… Quizá el aspecto fotorrealista pero imposible que enlaza con el concepto de “Uncanny Valley”. El valle inquietante que inventara Masahiro Mori para referirse a la percepción de los androides casi humanos que generaban rechazo por su verosimilitud. Un concepto extrapolado al cine de ficción hiperrealista y que emparenta con el «Das Unheimliche», de Freud, cuando lo cotidiano resulta falsamente real y se vuelve siniestro, misterioso, hostil.

    A estos titanes desnudos su espacio ancestral les queda pequeño, sufren su melancólico desarraigo de una tierra que los expulsa, a la que están ligados pero en la que se sienten extraños, esperan, duermen, flotan sobre las ruinas, miran al horizonte, absurdos, un horizonte azul …

    Fernando García-García

    Comisario