CARNE PARA EL CAZADOR, una exposición de Carmen Belmonte y Nie Plata de Ávila
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Te busco para revivir el trauma del rechazo (…) como el ciervo busca al cazador. Último poema para S. (Roberta Marrero, 2022)
Carne para el cazador toma su título de un poema terriblemente certero de la eterna Roberta Marrero, y lo convierte en el dardo con el que se interroga la anatomía del amor. Esta exposición despliega un imaginario que transita los caminos del éxtasis, el sacrificio y la vanitas a través de las voces de Carmen Belmonte y Nie Plata de Ávila.
La muestra se articula en torno a una metáfora central tan bella como trágica: la de la mujer trans como un ciervo hermoso que busca, inconscientemente, al cazador que la herirá. Es la crónica del deseo que se encuentra con la profunda soledad que queda tras ser objeto de uso y no sujeto de afecto.
En el trabajo de Carmen Belmonte y Nie Plata de Ávila, el cuerpo se convierte en la tabla de sacrificio y en el relicario, pero también en el campo de batalla. Sus obras exploran la dolorosa dualidad entre el erotismo sagrado y la violencia profana a la que se ven expuestas. ¿Es posible creer en el amor cuando solo se les permite ser una fantasía en la noche, un fetiche a devorar?
La propuesta dialoga con una genealogía de voces que han hecho del sufrimiento una forma de mística y resistencia: desde la oscura pasión de Jean Genet hasta el dolor sublime de Angélica Liddell, pasando por la desesperanza lúcida de Alana Portero. Resonando incluso ecos de la literatura mística española de San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, donde el éxtasis del amor divino se alcanza a través de la herida y la aniquilación del “yo”.
"El vacío es más pleno que toda la plenitud" aseguraba Simone Weil, y esta muestra se enclava en ese vacío, en ese espacio sin consuelo donde el amor no es refugio, sino una luz que abrasa a la que no puedes dejar de mirar hasta tu desintegración.
Esta no es una exposición complaciente. A través de la iconografía del sacrificio, de la vanitas y de la inevitable muerte, entendida como final de la ilusión, las artistas andaluzas, Carmen Belmonte y Nie Plata de Ávila exponen una herida colectiva, que se reproduce de manera sistemática.
Carne para el cazador es un acto de resistencia, pero sobre todo, de lucha: al nombrar el dolor y al exponer la fragilidad del ciervo herido, se reafirma la dignidad y la fuerza. Las obras se convierten en conjuros contra la invisibilidad. Es un grito por el derecho al amor sin la flecha del rechazo, a conexiones que no empiece ni terminen con la soga al cuello, a una existencia plena y a no consolarse con la mera supervivencia.
La exposición es una pregunta abierta: ¿aceptamos ser ciervos condenados a morir de un balazo en el corazón?