INTESTINO, NUDO Y DESENLACE

No es extraño que en el caso de Elena exista una fascinación por El Tragaluz de Buero Vallejo donde los protagonistas perciben la realidad a través de este dispositivo, desde donde inventan un mundo basado en los fragmentos de la gente que pasa por delante de él. Se trata de una especie de caverna platónica que potencia una serie de relaciones inesperadas entre las imágenes y que la propia naturaleza del cuadro y de la pintura acaban resolviendo. Para ello se sirve de una geometría basada en la pulsión manual y humana donde conviven figura, fondo y línea. Elementos picto-gráficos muy relacionados con los lenguajes de autores como Jonathan Lasker o el surrealismo abstracto de Willi Baumeister, o incluso el lirismo, también surrealista y que se aproxima a una concepción de la pintura como escritura y que practican artistas como Miró o Klee.

En definitiva, estos elementos constituyen un ejercicio exquisito que se aleja bastante de los postulados actuales de la pintura. Pareciendo muchas veces insustancial y nacida para ser fotogénica para las redes y que muchos artistas practican. A diferencia de esta tendencia, la pintura de Elena Núñez es un trabajo que ante todo reivindica la inteligencia a través de la experiencia directa de la propia carnalidad de la pintura y de nuevas composiciones que nos permiten atender al árbol para entender el bosque.