NADA PERMANECE. Una exposición en diálogo de Antonio Molina + Diego Lozano

    Fecha

    Horario

    De lunes a viernes de 10 a 21h

    Coordinadores

    Comisariado: Jesús Barrera (Barrera Baldán Galería) + Norberto Álvarez Gil. Coordinador: Norberto Álvarez Gil

    Lugar

    Espacio Laraña

     

    La fugacidad es la tendencia de una sustancia a escapar de la fase en la que se encuentra; es la calidad y cualidad de ser efímero, la aparición y desaparición instantánea.

    El mundo rebosa de movimientos y expresiones que se convierten en formas. Es el arte la vía para hacer visibles y plasmar estos movimientos, convirtiendo las experiencias individuales, íntimas y únicas en materia. Esta exposición nos invita a entender esa captación del movimiento y expresión donde no sólo se percibe, sino se siente, viviendo la experiencia sensitiva del artista desde la perspectiva del que lo contempla.

    Las obras reunidas elevan lo cotidiano, lo que pasa sin alarde, tanto del movimiento de las aves en el caso de Diego Lozano, como el movimiento de la mano en el caso de Antonio Molina, y lo extraen de ese sentido para darle otro distinto, lo reubican en un espacio donde la acción conserva su energía, pero se transforma en otra percepción con una simbología y un movimiento atrapado en un instante.

    Desde una forma de hacer que no parte de una imagen preconcebida, sino de la entrega al proceso, la pintura aquí no representa, registra, deja huella. Se convierte en rastro de un cuerpo en acción, de un tiempo vivido sobre la superficie.

    Ambos artistas, desde sus distintas miradas, ejercen esa misma captura del instante.

    Antonio Molina registra y deja plasmado el trazado que efectúa a través del dibujo y de su pintura, la cual se centra en el propio trazado. De esta forma deja impregnado su propio lenguaje gestual en la obra.

    Su pintura, desde una práctica que huye de esquemas prefijados, se despliega como un acto de entrega, como un modo de estar presente. No parte de una imagen mental ya resuelta ni de un concepto a ilustrar, sino de la apertura total al proceso, de una confianza radical en lo que el hacer mismo puede revelar. La superficie no es un espejo de lo pensado, sino un campo donde se inscribe la vivencia del cuerpo en movimiento, el devenir del tiempo en materia.

    Por otro lado, Diego Lozano recoge sus observaciones con la misma devoción con la que, en su infancia, observaba aves junto a su padre. De ese mirar pausado y atento nace una obra que es puro testimonio de lo invisible. Lozano convierte lo aparentemente banal de la naturaleza en pasaje mágico, en asombro detenido. Su obra fija momentos que el ojo humano apenas podría retener, desde un aleteo, la curva de un ave alzando el vuelo y los plasma como una percepción más profunda de su visión y de la propia acción.

    Lo que se ve en cada una de estas fotografías no

    duró en tiempo real más de tres centésimas de se-

    gundo: está allende la capacidad del ojo humano. Lo

    que se nos ofrece aquí es algo nunca visto, ya que es

    totalmente invisible.”

    Frédéric Rossif, La Fète Sauvage

    Ambos artistas plasman una acción cargada de simbolismo para ellos, usando estilos pictóricos diferentes pero el mismo proceso creativo: observar, seleccionar y fijar en su obra ese rastro que muestra una permanencia, atrapando lo fugaz.

    Estas obras no buscan complacer, sino quedarse. No cuentan una historia, sino que fijan una presencia. No hablan de algo, son algo. Restos de un gesto.

    Fragmentos detenidos de una experiencia que aun vibra. Pintura como rastro, como huella. Pintura como un modo de estar en el mundo.

    Jesús Barrera (Barrera Baldán Galería)