'DE VUELTA'. EXPOSICIÓN COLECTIVA COMISARIADA POR JESÚS REINA
DE VUELTA
Exposición comisariada por JESÚS REINA
MARÍA CAÑAS MONTSE CARABALLO JUAN DEL JUNCO
MARÍA JOSÉ GALLARDO ALONSO GIL NORBERTO GIL
CURRO GONZÁLEZ FEDERICO GUZMÁN MIKI LEAL
MANUEL LEÓN MIGUEL NUÑEZ MP & MP ROSADO
Nunca se vuelve
por Fernando Infante del Rosal
Nunca se vuelve. Nunca se vuelve al mismo lugar, porque el tiempo es el dueño de ese nunca y es dado a trastocar los lugares. La Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, con sus dos edificios señeros, sabe de tiempos y de lugares, y siempre deja volver; lo busca, más bien, porque quiere que todos regresen, pero lo permite interponiendo una era, haciendo ver a quien torna que han pasado trescientos años, como en la Cantiga 103 de Alfonso X.
Mientras cada artista crece dejando atrás su etapa de formación y alcanzando una relevancia profunda y extensa –como la de los creadores y creadoras que Jesús Reina ha reunido en este De vuelta–, la casa no permanece inmóvil, se transforma en el vértigo de cada instante, porque en una facultad de bellas artes los acontecimientos vienen a acumularse más que en ningún otro espacio académico.
En De vuelta, el comisario y crítico Jesús Reina ha desafiado a este sino de los espacios vivos y productivos de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla invitando a artistas que se formaron en sus aulas y que han desarrollado un trabajo relevante –que es decir poco– a lo largo de los años. Evidentemente, no están todos los que son (lo que hace posible prolongar este formato en diferentes ediciones, probablemente muchas).
La exposición se abre con tres artistas que han entendido el uso del color, del color patente y espabilado, como una toma de posición frente a la sublimidad. Con Augurios, realizada durante su estancia en la Academia de España en Roma, Federico Guzmán (Sevilla, 1964) muestra su trabajo más reciente, inspirado en la mitología comparada y en una antropología del arte dirigida a buscar las formas y las energías que animan toda vida y todo arte, vida y arte unidos precisamente por ellas.
Si estás aquí nada me falta (las matemáticas de Dios) es un óleo reciente (llegó húmedo a la sala) de Manuel León (Villanueva del Ariscal, 1977). Como en gran parte de su obra, la iconografía no apela al reconocimiento, a localizar las figuras y significados de la superficie, sino a un extrañamiento que nos hace entrever los hilos que conectan el mundo clásico con el barroco y a éste con Barrio Sésamo. El color saturado de su pintura es la sutura que ata los diferentes momentos del arte por los que se desplaza el artista.
En Miki Leal (Sevilla, 1974) el color también es una postura ante la vida tomada desde el arte. PicaMatisse (2021) muestra su proceso de trabajo, entre el cálculo y la intuición, desde atrás hacia adelante, en diferentes planos que ahora se han vuelto más perfilados, a lo "hard edge"; trazando un complejo diorama disfrazado de abstracción pictórica en el que ha quedado atrapado el pintor francés. Hay algo en el tono de la obra, una especie de humor o simpatía de las formas, que quizá sea lo más característico de la pintura de Miki Leal.
En El cuerpo se usa (2021), de los artistas MP & MP Rosado (San Fernando, 1970), la instalación escultórica abstrae la acción de los cuerpos, y la fotografía que la completa inhibe la presencia de la escultura haciendo que la construcción de la situación y el espacio que les dan cobijo se apoderen del sentido. Como en gran parte de su trabajo anterior, la identidad incompleta de los cuerpos es confiada al entorno.
Expolio (2016), de Juan del Junco (Jerez de la Frontera, 1972), es una instalación fotográfica con talante de anaquel que alude a una acción previa del artista sobre la naturaleza. Las formas de la taxonomía y de la precisión editorial, la fidelidad de los descubridores y clasificadores de especies, es enfrentada aquí a la intervención sobre lo natural.
Cuando Maríajosé Gallardo (Villafranca de los Barros, 1978) cursó la licenciatura de Bellas Artes lo hizo en la especialidad de diseño y grabado; eso explica en parte su capacidad para rehabilitar lo gráfico dentro de la pintura, la forma depurada con la que entrega los símbolos a sus pinceladas y a sus lienzos, aunque estos símbolos sean muchas veces los de la corrupción humana y hayan de permanecer en el registro de los grises.
A Montse Caraballo (Sevilla, 1977), su riqueza imaginativa la había llevado siempre a la producción de complejas alegorías, pero su creciente interés por la naturaleza parece haber reemplazado la alegoría por la creación directa de mundos (Un valle de calabazas y Mi primera montaña I, II, III y IV, 2021). El desbordamiento icónico de su obra anterior ha dado también paso en los últimos años a una depuración técnica en la que todo lo desestabilizador que antes tomaba de Hockney o Currin parece haber quedado atrás.
Si Norberto Gil (Sevilla, 1975) es un arquitecto de la pintura, no lo es por sus referencias a Le Corbusier, ni por su formación como diseñador, ni siquiera por su proceso proyectual, sino porque estima un arte en el que un gran trabajo previo renuncia a darse en el resultado final y porque busca una pintura en la que habitar más allá de las ilusiones de la perspectiva. Aun siendo un acrílico de pequeño formato, CSH8_08 (2018) permite estar ahí, localizarse en un espacio definido de manera precisa por el color.
Cegados por la tablet (2020) es una de las obras abstractas con las que Alonso Gil (Badajoz, 1966) se ha acercado recientemente a las pantallas “transmisoras de los estímulos visuales con los que estamos inundados y controlados todos los días y que evocan sentimientos de vacío existencial”. Aunque en ella no reconozcamos el usual esplendor de sus construcciones visuales y de sus acciones, esta es una obra que muestra la virtud más clara del artista: decir mucho desde el silencio.
Miguel Núñez (San Roque, 1991) es el más joven de los artistas de esta muestra y, sin embargo, uno de los más sensibles a la dimensión poética de lo perdido. La forma del viento (2020) recoge ese interés por lo fracturado y lo incompleto, por lo que ha llegado a nosotros truncado de sentido por el tiempo y necesitado de una arqueología como deber.
Referente sin referencia de la pintura contemporánea, Curro González (Sevilla, 1960) es un artista que ha contribuido a la riqueza de lo pictórico desde el fragmento, desde las fracciones incompletas de los sueños y los recuerdos, desde la parcialidad del plano cinematográfico, y, siempre, con la solemnidad que puede permitir el humor. Por eso Las edades de Leda: Invierno y Las edades de Leda: Otoño (1997) tienen un aire simbolista liberado de la pose adusta del simbolismo.
En la videocreación Padre No Nuestro (2019), María Cañas (Sevilla, 1972) acomoda en asientos contiguos a la mofa y a la devoción, de la misma forma en que lo había hecho antes obligando a entenderse a los registros del humor y a los registros de lo sublime en poderosas imágenes de la divina profanidad.
Algo de humor, algo de descortés irreverencia a la sublimidad, algo de la honestidad que solo ofrece la comedia –algo así como la retranca trucada de lo sublime– tiñe los hilos invisibles que unen las obras y los artistas en De vuelta. Eso, y también aquello que ha caracterizado a Jesús Reina durante años, un persistente amor por el arte y una necesidad de hacer vida y de dar vida a un entramado sin el que el arte no sería tal. Nunca se vuelve, es cierto, porque los lugares y las personas habrán cambiado. Nunca se vuelve, salvo que medie la amistad.